Cada vez que comemos algo, nuestro cuerpo se convierte en un laboratorio químico en el que se suceden infinidad de reacciones. La comida se degrada hasta reducirse a sus moléculas, que son transportadas y degradadas de nuevo en sus partes esenciales para repartirse por el cuerpo, aquí y allá, y cumplir su función.
Es el trabajo combinado de todas las moléculas, y de sus reacciones y procesos químicos, el que consigue transformar un vegetal o un pedazo de carne en energía y nutrientes esenciales para que el organismo esté activo, saludable y vital.
Hoy te hablamos de una de esas moléculas, que por su naturaleza te va a interesar seguro: la L-carnitina.
Qué es la L-carnitina
En 1905, dos investigadores rusos llamados Krimberg y Gulewitsch hallaron una molécula que parecía desempeñar un papel importante en el metabolismo. Y como la habían hallado en la carne de un animal, la llamaron carnitina.
Años después y durante un tiempo, fue considerada una vitamina del grupo B, si bien esa idea se abandonó al descubrir que, aunque tengan una estructura muy parecida, son moléculas diferentes.
Luego se descubrió que sus átomos pueden organizarse con dos estructuras diferentes, y que solo una de ellas, la forma Levocarnitina o L-carnitina, es activa y útil para nuestro organismo.
Pero lo más interesante fue descubrir por qué era útil en nuestro organismo.
La función de la L-carnitina en el metabolismo humano
La L-carnitina juega un papel muy concreto en nuestro organismo: ayudarnos a quemar las grasas para obtener energía. Pero entremos un poco más al detalle, porque es fascinante ver cómo los seres vivos estamos preparados para aprovechar al máximo todo lo que encontramos en el exterior.
La cosa va así: los humanos comemos grasas (lípidos) con la carne y otros productos, y en nuestro estómago se degradan como todo lo demás. Y se degradan en unas moléculas que llamamos ácidos grasos, que luego entran en las células para consumirse y producir energía.
Pero no todos los ácidos grasos entran fácilmente en las células: los más cortos sí, pero los más largos no logran atravesar la membrana celular. Es entonces cuando la L-carnitina viene, coge de la mano a ese ácido graso largo, y lo ayuda a entrar en la célula para convertirse en energía.
¿Qué pasa cuando nos falta L-carnitina? Que no podemos digerir ni metabolizar eficazmente las grasas y obtenemos menos energía, lo que nos lleva a estar más cansados.
¡Así que vamos a tener que conseguirla para vencer esa fatiga!
¿Cómo consigue nuestro organismo L-carnitina?
A priori la L-carnitina es muy fácil de conseguir: por un lado, la fabricamos nosotros mismos tanto en el hígado como en los riñones a partir de dos aminoácidos (lisina y metionina) que hallamos fácilmente en nuestra dieta, en carnes, pescado, soja o algunas legumbres, por ejemplo.
Pero es que además también la encontramos directamente en carnes (especialmente carnes rojas, aunque también en la de cerdo o la de ave) y pescados. En huevos, cereales y vegetales el contenido es muy inferior o inexistente.
Esto indica que alguien con una dieta normal que incluya carne y pescado de forma regular debería disponer de suficiente L-carnitina para consumir todas las grasas.
Ahora bien, hay varias situaciones o condiciones en las que puede darse un déficit de carnitina. Y una de ellas es un aumento importante y sostenido de la demanda, debido a una dieta con excesivas grasas, o a una situación de estrés o agotamiento que consuma más y más energía.
Cuando se dan estas situaciones, el resultado es fatiga muscular, o incluso algún calambre. Es entonces cuando nos puede ser de ayuda aportarle al organismo una “ración adicional” de L-carnitina.
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